Nací morado y casi muerto, después de que mi madre pasara por 23 horas
de trabajo parto y mi alma se diluyera en liquido amniótico, Dios se manifestó
a través de mi tío Luis para sacarme del mar y bendecirme con la luz de la
vida, tal vez por ello he bailado en el infierno con el diablo y nunca me he
quemado y así con este manto de poder divino mi vida es una gran aventura.
Nací el 29 de abril de mil novecientos ochenta, Tauro y testarudo
empiezan con la letra T, mis primeras palabras no fueron ma o pa fueron
sfangre y cuchillos, oh Dios, mal
presagio.
Entre una nube de materia gris se dibuja uno de mis primeros recuerdos y
este es de la película El Regreso del Jedi, la cual vi a los 4 años, no entendí
ni madres!! Pero a la fecha se me pone la piel chinita cada que escucho la
marcha imperial “ta ta ta taatata taatata”
y recuerdo las naves, las espadas láser y principalmente a los
monstruos; después de eso mi vida cambio, a mi corta edad y durante mi infancia
me enamore de películas como Blade Runner, Tron, Volver al Fututo, El Cristal Encantado,
Indiana Jones, Dunas, Alien, Depredador, James Bond, La Mosca, Rambo, Rocky, Pelotón
y todas las de Chuck Norris, no importaba había que matar a esos extraterrestres
y cochinos comunistas a como de lugar; pero las dos películas que me marcaron
como res por su alto contenido de violencia fueron Robocop, Mad Max y Terminator
y estoy seguro que debido a eso He Man y los héroes de mayitas siempre me
parecieron unos afeminados y maricas.
Mención aparte merece el video de Thriller de Michel Jackson y solo Dios
y Michel saben cuantas veces le pedí a mi mamá que hiciera sonar el tocadiscos
con la canción bad, beat it o Thriller, y me narrara la historia de los dibujos
que había en el disco, por que yo quería ser un zombi bailarín y a estas
alturas mis tías católicas y conservadoras ya decían a los 4 vientos: ¡este niño
no es normal!
Hablando de música escuchaba rock desde el útero y al salir bailaba con Sex
Pistols y mi madre no podía calmarme ni con valium, ribotril o cinturinil; a
escondidas vi la película de Pink Floyd The Wall, igual no entendí nada pero me
alucinaron los dibujos animados y a la fecha sigo escuchando con gran placer la
música de esta magnifica banda inglesa.
El Oro, estado de México está a 4 horas de camino del DF y aunque
lloraba todo el camino pidiendo a mi madre, al llegar siempre corría a comer
nata, waffle y cocoles de la cremería la vaquita.
Los años dorados de mi infancia son recuerdos del frío otoñal del bosque
en El Oro, del sol agobiante en Melchor Ocampo y la opulencia y abundancia en
la colonia Del Valle, viví con un gigante, mi abuelito Julio Legorreta Monrroy,
crecí con mis abuelos bebiendo pulque, atole de masa y leche bronca; comiendo
arroz, mole y frijoles, cabalgando y trabajando, de mi gran abuelo aprendí a
pescar y asar trucha en la presa Brockman, -y aun conservo las cañas que me
hizo para esa ocasión- aprendí a ordeñar vacas, comer conejos, montar a caballo
y quitarle las espinas a las tunas y los nopales.
Hubo una ocasión y lo recuerdo con vergüenza cuando el güilo me correteo
y picoteo, ese canijo guajolote era imponente y más cuando esponjaba sus plumas
en señal de ataque, pero mi abuelito intervino y lo mejor es que lo disfrute en
la navidad del 89 y le dije al caldo: ¿mira quien se come a quien?
En otra ocasión me saco del lodo de los puercos pues resbale por error y
esos inmensos animales casi me aplastan.
Cuando salíamos a disfrutar el bosque y la montaña mi abuelo era la guía
y sus nietos la escolta lista para divertirse, jugábamos a ser soldados
exploradores, yo me deslizaba por un tobogán de hojarasca mientras mi primo
Rodrigo me correteaba con esposas, palos y piedras por que había robado la
reliquia del templo perdido en el cuarto de mi abuelita; o trepaba los árboles
mas altos para saltarles por sorpresa y emboscar a la comitiva enemiga que
venia a cazarnos, por que a esa edad, ¡como quería ser chango!
A la hora del almuerzo mi abuelita y las tías sacaban de sus canastas de
mimbre huevos duros, cocoles o nata para que no declináramos en la búsqueda de
Atlantis, la civilización que estábamos seguros encontraríamos al cruzar la
montaña por debajo del río.
Me siento afortunado de haber crecido con mi numerosa familia jugando a
las escondidas, al lobo, los columpios, los maderos de sanjuán, basta,
encantados, declaro la guerra, tochito, luchitas, las traes, y aunque mi
generación vio con mucho agrado el nacimiento del Nintendo jamás nos aislamos
del mundo físico para conectarnos en la red.
En la cabaña nos tacaba cama por familia a los niños se nos juntaban dos
matrimoniales y hacíamos una campamento de terror pues las historias del indio
perturbado que vive en el panteón donde sepultaron al hijo del vecino que murió
de un hachazo en la montaña no se hacían esperar; por fortuna fui testigo de
muchos mitos fantásticos e inexplicables como las bolas de fuego que cruzan las
montañas, las calabazas mordisqueadas por dientes dignas de un animal del
inframundo o los sonidos de agonía y rabia que muchos primos sentíamos en el
oído cuando la oscuridad impedía distinguirnos, tal vez por eso salía de mi
cama a las 2 de la mañana y caminaba por el enorme jardín de la casa en la Del Dalle y nunca le tuve miedo a la
oscuridad. Ya de grande me convertí en un animal nocturno.
Mi madre siempre cuido de mí y me hizo dos regalos de por vida, llevarme
a terapia para tratar la dislexia y el déficit de atención pues fui niño
problema, en la escuela nadie me quería era latoso y travieso como nadie, el
otro regalo fue el deporte, desde siempre tuve natación y Tae Kwon Do.
Del arte marcial aprendí una disciplina basada en el dolor y el esfuerzo
que aun hoy es orgullo de este cuerpo moldeado a martillazos: lagartijas mal
hechas, latigazo, mirar al profesor a la cara, golpe al estomago, negarse a
pelear, 10 patadas en las piernas, no gritar al hacer los ejercicios, 5 vueltas
en posición de patito; fui un niño abusado por los mas grandes, y es que a esa
edad 2 kilos de diferencia ¡son dos kilos de diferencia!, por eso recuerdo
nítidamente como le fracture el tabique a Israel, 20 centímetros y 1.5
kilos mas grande que yo enfrente de Mariana, mi amor platónico de cuarto año,
¡que momento de gloria absoluta!
Estas anécdotas e historias en mi infancia nunca se las he compartido a
nadie así que son afortunados en escucharlas pues hoy las he compartido por vez
primera ante personas que casi conozco, espero que les hayan gustado, gracias.